jueves, 20 de enero de 2011

Soñar a plazos

Tolstoi escribió una frase famosa en la que afirmaba que todas las familias felices se parecen, pero que las desgraciadas lo son cada una a su manera. Voy a contarles una historia y juzguen por ustedes mismos.

Elena está a punto de cumplir treinta años. Tiene un hijo de dos, Ernesto, y un esposo poco mayor que ella, que se llama Ricardo y del que continúa enamorada desde que se conocieron hace quince años. En ese tiempo, ella estudió Formación Profesional en la rama de administrativo. Después completó varios cursos relacionados con actividades dispares, tales como el cuidado de ancianos, la carpintería o la educación infantil. Trabajó en todos esos campos, hasta recalar en una empresa familiar dedicada a la construcción, donde ejerció como contable. Mientras tanto, Ricardo estudió periodismo y, aunque desempeñó su profesión durante un tiempo, no tardó en desencantarse cuando se convenció de que, en realidad, carecía de vocación y además tenía que trabajar durante muchas horas por un sueldo muy bajo y sin perspectivas de mejora a medio plazo. Ahora trabaja en un hotel (viven en una ciudad costera), aunque se esfuerza por llegar a convertirse en un fotógrafo profesional. Ni Ricardo ha abandonado sus ambiciones artísticas, ni Elena su deseo de dedicarse algún día a trabajar con niños, que son su verdadera pasión, a pesar de que esos sueños empiezan a difuminarse un poco en ambos casos. Pero Elena no se queja porque ahora ha encontrado una forma de satisfacer su vocación, en la persona de Ernesto, que ha llegado a sus vidas como un auténtico vendaval. 
Elena, Ricardo y Ernesto viven en un piso pequeño pero se han esforzado para convertirlo en un hogar acogedor. No hay más que ver la decoración elegida por Elena y Ricardo (a decir verdad, él se limitaba a acompañarla de tienda en tienda y a alentarla, confiado en su gusto, cuando ella dudaba -Elena es un poco indecisa a veces). 
Poco después de nacer Ernesto, empezaron a notar los estragos de este tiempo extraño que llamamos época de crisis. Elena perdió su trabajo. Las primeras en caer fueron las empresas pequeñas del ramo de la construcción. Desde entonces, no ha vuelto a trabajar. Al principio tenían la situación controlada, porque disponían de su prestación por desempleo y del sueldo de su marido. Pese a ello, Elena empezó a buscar trabajo, aunque en esta nueva etapa de su vida habría preferido pedir una excedencia y disfrutar de su hijo. No encontró empleo y, cuando acabó la prestación, solicitó y obtuvo la ayuda familiar, puesto que el salario de su marido es modesto. Pero claro, con un hijo pequeño, hipoteca, luz, agua, teléfono, basura, seguro de automóvil, impuestos municipales y demás gastos, apenas si les queda para comer e ir tirando. 

Junto a la entrada del bloque donde viven Elena, Ricardo y Ernesto, había un restaurante marroquí regentado por Mohamed, un chico muy joven, nacido en Tánger pero criado en un pequeño pueblo del interior de Marruecos, que llegó a España hace unos cinco años a bordo de una patera., para hacer realidad su sueño de convertirse en un próspero chef, quién sabe sin con programa de televisión y todo Justo enfrente, había un locutorio del que se encargaba Celis, una ecuatoriana de cuarenta y cinco años, divorciada y con tres hijos a los que no ve desde hace un par de años, justo cuando conoció a José Antonio, un extremeño solterón y prejubilado que cambió los paseos vespertinos por el parque y la compañía de sus tres gatos -"En casa somos cuatro gatos", suele bromear; no es muy bueno para los chistes- por la aventura que suponía para él convivir con aquella mujer de acento dulce y voz cantarina. Al lado del locutorio hay una sucursal bancaria. Irina, veinticinco años, ucraniana, limpia la oficina por las tardes, cuando termina en el comedor del colegio al que irá Ernesto el próximo curso. A veces, cuando entra en la oficina del director, no puede reprimir el impulso de sentarse en la cómoda silla de respaldo alto y, colocando las manos sobre la mesa, imagina que es a ella a quien corresponde la potestad de otorgar créditos, decretar pagos, obtener reducciones fiscales para los buenos clientes o lo que sea que hagan los directores de banco. 

Mohamed pensaba traer a su hermano Hicham, que aún vive en Marruecos, para que le ayudara en el negocio, pero la falta de clientes le ha obligado a cerrar y ahora ambos sopesan la posibilidad de emigrar de nuevo, esta vez a Francia, donde vive un primo suyo que trabaja en un taller de motos. La semana que viene, Celis tendrá que echar el cierre a su negocio si no consigue que le amplíen el plazo para pagar los tres meses de alquiler que ya debe -José Antonio se ha ofrecido a pagarlos, pero ella se niega porque no quiere embarcarlo en una aventura de incierto resultado; tal vez, después de todo, se ha enamorado de verdad. Pero su mayor preocupación es encontrar la manera de decírselo a sus hijos, que contaban con venir por fin a España el año que viene como muy tarde.
A Elena la he visto esta mañana. Volvía de una entrevista de trabajo en la que ha cosechado su enésimo NO y estaba muy cabreada por las malas formas del entrevistador. Si la cosa sigue así, pronto tendrán problemas serios para pagar la hipoteca. 
Irina, de momento, está tranquila. No necesita mucho para ella y puede enviar una parte de lo que gana a su familia. Piensa que, como los niños no van a dejar de asistir al colegio, su trabajo no corre peligro. Y, aunque así fuera, siempre le quedará el banco. Ahí sí que va a seguir acudiendo la gente. 

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* Elena, en realidad, no se llama así, ni su marido Ricardo. Tampoco tienen un hijo que responde al nombre de Ernesto. Mohamed, Hicham, Celis, José Antonio e Irina no existen. ¿O sí? Quizá si lo piensan un poco y cambian algunos nombres puedan reconocer a alguien.

1 comentario:

  1. Es una historia tan real como la vida misma, desgraciadamente en estos tiempos que corren, son muchos los Ricardos , Elenas Mohamed etc.. Espero que cambie la cosa y puedan todos tus personajes cumplir con sus ambiciones y deseos. seria muy bueno par todos.
    Creo reconocer a la mayor parte de ellos, por lo que mi deseo de que se cumplan sus ambiciones es aun mas grande. ENHOABUENA ME GUSTA MUCHO TU ESTILO

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