viernes, 14 de enero de 2011

Sólo para fumadores

Juan Carlos Onetti
Ahora que el gobierno español se ha sacado de la manga una nueva manera de distraer la atención en forma de ley antitabaco, gracias a la cual están volviendo a escena fantasmas que creíamos olvidados, como por ejemplo el de la delación, no está de más que emprendamos un repaso literario por algunos textos cuya razón de ser eran el tabaco y aquellos ritos, íntimos y sociales, que llevaba asociada la costumbre de fumar, y que recordemos algunas figuras geniales que es imposible imaginar sin un cigarrillo entre los dedos o los labios, sin volutas de humo a su alrededor. 
Julio Ramón Ribeyro
El primero que se me viene a la memoria es un clásico que siempre se cita cuando se conjuga el binomio tabaco-literatura: La conciencia de Zeno, del triestino Italo Svevo. La historia de un hombre que, para vencer su adicción al tabaco, y animado por su terapeuta, escribe y escribe y nos cuenta su historia.
 La historia de una vida es también lo que cuenta el gran Julio Ramón Ribeyro en un cuento del cual tomo prestado el título de este post y en el que, a través de su relación con el tabaco, el narrador peruano entrega una de las autobiografías más sinceras y contundentes que yo haya leído nunca. 
Juan Carlos Onetti fue otro gran fumador de cigarrillos y el tabaco se inserta en su obra de tal modo que, al menos a mí, me resulta imposible leer sus cuentos sin imaginar una escena nublada por el humo, en la que un hombre solitario escribe en una habitación de mobiliario escaso, mientras arranca alguna frase satisfactoria entre chupada y chupada (él las llamaría pitadas) a su cigarillo. Cuando Onetti decidió desertar de la vida en sus años finales, en la cama donde se recluyó sólo le acompañaban sus novelas policiales, su whisky y su tabaco. 
Guillermo Cabrera Infante
Y, para no extenderme mucho, terminaré hablando de Guillermo Cabrera Infante, maestro no sólo de las letras. Puro humo, así tituló su homenaje al tabaco y a aquellos que en el cine (su gran amor) mejor se acompañaron del cigarrillo para construir su mito. O del puro, como el propio Cabrera. Holy Smoke era el título original de aquel libro estupendo y, en inglés, el acto de fumar invocado por el cubano adquiría una consistencia parecida a un ritual sagrado. 
Cabrera amó el tabaco tanto como el cine, que está hecho con el mismo material con el que se forjan los sueños y los sueños, como todo el mundo sabe, están hechos de humo.

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