El autor de este blog y Enrique Meneses, en el Festival de Málaga |
Así que por la tarde, y tras sufrir una serie de dificultades para llegar, me vi por fin ante la fachada del teatro Echegaray, donde se proyectaba el documental. Nada más abrieron las puertas, decidí entrar para esperar el comienzo de la proyección mientras descansaba un poco. Y quedé estupefacto cuando me encontré, en la misma entrada de la sala, con el propio Enrique Meneses, cuya asistencia al acto yo desconocía.
Me acerqué al maestro para saludarle, y en la breve conversación que siguió, pude comprobar que, a pesar de los años que tiene (81), la enfermedad pulmonar que padece y el declive físico en el que irremisiblemente ha entrado, continúa siendo dueño de una energía juvenil y contagiosa, de un amor por el periodismo que ahora satisface desde su bitácora. Después de fotografiarme junto a él, me despedí con un apretón de manos (sus manos son fuertes todavía), y me dirigí a mi asiento para ver el documental. En él aparecen amigos suyos como Manu Leguineche, Gervasio Sánchez, Gerardo Olivares o Rosa María Calaf. La película habla de los buenos reporteros en los viejos tiempos, de su vida actual, alejados de los lugares de conflicto y viviendo el conflicto cotidiano de una existencia cuyo final vislumbran cada vez más cerca, pero al que no se resignan. Y continúan adelante, y resisten como pueden.
Cuando acabó la proyección, mi trabajo me obligó a marcharme. Me hubiera gustado despedirme de Enrique Meneses, darle un abrazo y decirle lo importante que sigue siendo para muchos. Pero no pude. Un nudo en la garganta y una opresión en el estómago me acompañaron mientras me dirigía a mi próxima cita preguntándome qué estamos haciendo con nuestros mejores hombres.
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